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El placer de ser madre ...

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Aprovechando el día 1 de mayo, el día de las madres, voy a felicitarme a mí misma, a dedicarme este poema que me he escrito. Dicho así, tan de sopetón, puede parecer algo presuntuoso, pero nada más lejos de la realidad. Tan sólo quiero transmitir cómo me cambió la vida convertirme en mamá. Por todas esas noches que he pasado sin dormir (y por las que me quedan), por todas esas heridas que he curado, por tantas visitas al médico, por tantas lágrimas que he limpiado... Por todo esto, y por muchas cosas más... ¡FELIZ DÍA, MAMI REBECCA! Antes de ser mamá, yo comía mi comida caliente, mi ropa lucía planchada y limpia todo el día y mantenía largas y tranquilas conversaciones telefónicas. Antes de ser mamá, me dormía tan tarde como quería y jamás me preocupaban las desveladas, cepillaba y cuidaba mi pelo, lucía uñas largas y hermosas, mi casa estaba limpia y en orden no tenía que recoger juguetes olvidados por todos lados. Antes de ser mamá, no pensaba en lo peligroso de las escaleras, ni en

SIlenciosamente te persigo ...

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Por primera vez en mi blog, voy a "animarme" con un poema. Será que quiero ser novedosa, será que estoy enamorada... No sé porqué, pero al ponerme a escribir, solo han salido de mi cabecita versos y rimas. Espero que este nuevo registro mío también os guste. Para ti, mi amor, te dedico este mi primer poema. ¿ Te he dicho ya que TE QUIERO? Silenciosamente te persigo sin que tú te des ni cuenta e incluso cuando no estás a mi lado siento siempre tu presencia. Porque yo soy el viento que te rodea, soy el aire que respiras, y el reflejo de tus ojos cada vez que tú me miras. Si algún día sientes que no estás solo en la habitación no te preocupes, tranquilo, es el viento, que soy yo. Porque así te vigilo y estás a mi lado sin que tú lo sepas, aunque algún día, tarde o temprano, setirás en ti mi presencia. Cuando estés triste, solo, deprimido o sin amor recuerda que el viento que te rodea siempre seré YO. Cada día me acerco más a ti a tus costumbres, a tus días, a las noches que te e

El señor del balcón ...

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Todavía recuerdo a aquel hombre sin nombre de mi ciudad. Esperaba cada día que unos pasos vigorosos sonaran frente a su terraza. Siempre a la misma hora, con ese sonido uniforme y corto producido por unos zapatos de altísimos tacones que marcaban un caminar ligero. Era durante ese pequeño intervalo de tiempo de apenas unos minutos cuando abandonaba cualquier quehacer y todo se paraba a su alrededor. En ese instante el planeta giraba solo por y para ella. El hombre se asomaba al balcón con cara de estar muy interesado por el estado de los geranios que su esposa llevaba plantando durante muchos años en ese rincón. Regaba las plantas y las movía de lugar, aparentando una gran preocupación porque el sol las bañara con su luz a todas por igual. También arrancaba las hojas secas de las clavelinas, hablaba con las azaleas … Pero, en realidad, no disfrutaba con el arte de la jardinería. Las margaritas, los pensamientos o la olorosa albahaca le traían sin cuidado. Eran tan sólo una excusa para