El reloj ...

Un llanto la acompañó, pero éste duró mucho más de dos segundos. El reloj anunció sin sentimientos que eran las dos de la tarde, luego las tres, las cuatro... y yo seguía ahí, sentada y hundida frente a la pared, fría estructura que me mantenía aún en la silla, seguía allí sentada manteniendo una esperanza y esperando.
Esperando ver aparecer, por entre la vieja puerta de madera, ese sentimiento que creía inexistente, cruel y despiadado, y por momentos increíblemente deseado.
"¿Dónde estás, Felicidad?" susurraban sin cesar mis labios. Y no aparecía, y el tiempo seguía volando en dirección a ninguna parte. Y el reloj seguía sonando "tic-tac, tic-tac" y mi corazón seguía palpitando. La hora llegó...
La cerradura giró, y se oyeron unos pasos ... Tras unos segundos, oí sus gritos: "mami, te traigo un regalo. Te he hecho un dibujo en el cole". Mi larga espera había terminado. La Felicidad acababa de entrar por la puerta. Sonreí. Me levanté para prepararle la merienda. Miré el reloj. Ya no sonaba igual, ahora el tic-tac tenía otro color, ahora el reloj cantaba ... ¿Sería feliz también?
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