"Informeporfavor"...


Yo era todavía un niño pequeño. Entre las cosas que me fascinaban estaba el viejo teléfono. Lo que más me intrigaba era que en su interior vivía un pequeño genio, muy inteligente y amable, que sabia todas las cosas: la hora que era, el tiempo que haría al otro día, el horario de los trenes, los teléfonos de los amigos de mis padres...
Deseaba mucho conocer el nombre de aquel mago. Entonces me puse a escuchar todo lo que mi madre le decía cuando hablaban y descubrí que ella lo llamaba Informeporfavor. Las cosas mágicas siempre tienen nombres largos, como abracadabra o supercalifragilisticoespialidoso...

Mi primer contacto con Informeporfavor se produjo un día que mi madre me dejó solo en casa por unos minutos. Yo aproveché para bajar al sótano y me puse a jugar con un martillo hasta que me di tal martillazo en un dedo que se me puso como una morcilla. No ganaba nada con gritar como un loco porque en casa no había nadie para escucharme, así que recurrí a Informeporfavor. Subí tan rápido como pude, descolgué el auricular y le hablé: -"Informeporfavor"-. En efecto, él estaba allí. Y además tenía una suave voz de mujer. Tal vez en vez de un genio era una genia…
En cuanto me respondió, me puse a llorar con todas mis fuerzas y le conté lo que me pasaba.
Informeporfavor me preguntó:
- ¿Puedes alcanzar en la nevera los cubitos de hielo?.
- Sí, puedo- le respondí.
Y me explicó que sacara uno y me lo pusiera sobre el dedo. Eso me alivió mucho el dolor y pensé que tal vez Informeporfavor había hecho un poco de magia para curarme.

Desde entonces yo llamaba en secreto a Informeporfavor para consultarle por todo: "¿Cómo se deletrea y se escribe "fijar?". "¿Cómo se calcula el área de un cuadrado?". "¿Cuál es la capital de Bélgica?". Y en seguida, con una paciencia extraordinaria, Informeporfavor me respondía a todas mis preguntas.
Cuando mi querido canarito apareció muerto en su jaula, llamé a Informeporfavor y le conté mi profunda tristeza.
- ¿Puede usted explicarme - le pregunté- cómo es posible que un pobre pajarito que pasa el día cantando para alegrarnos a todos, termine un día caído sin poder moverse en el suelo de su jaula?.
Pensó un momento, y luego me dijo:
- ¿Sabes?, hay otros mundos adonde ir a cantar.
Aquellas palabras me consolaron, e imaginé al pajarito feliz cantando en otro mundo.
Un día, cuando ya habíamos hablado algunas veces más, me preguntó mi nombre.
- Francisco - le respondí
- Puedes llamarme Amanda - me dijo.

Algunas semanas más tarde, mi padre fue trasladado a causa de su trabajo y nos fuimos a vivir bastante lejos del pueblo desde donde telefoneaba a Amanda. En la nueva ciudad, cuando llamaba por teléfono a Informeporfavor, me contestaba alguien que no era Amanda y cuando preguntaba por ella, nadie la conocía. Me sentía muy mal...

Pasaron muchos años y me convertí en un hombre hecho y derecho. Comprendí el funcionamiento de los teléfonos y aprendí que los genios no existen. Entonces tuve más deseos de conocer a esa segunda mamá que era Amanda.
Solía viajar mucho por negocios, ya que conseguí un puesto de renombre en mi empresa. En una ocasión, tuve que hacer un viaje en avión con escala cerca de mi pueblo natal. Tenía media hora entre los dos vuelos, así que fui al teléfono público, llamé y pegunté por Amanda. Cuando ella me respondió, pregunté:
- Amanda, podrías decirme… ¿Cómo se deletrea "fijar?".
Pensó un momento y me respondió:
- Espero que tu dedo ande un poco mejor.
Y entonces los dos estallamos en una carcajada simultánea.
Le conté mi nueva vida, mi gran empleo, y le agradecí todo lo que había hecho por mí siendo niño. Le indiqué cuánto había significado para mí. Y ella me dijo:
- Soy yo la que te debe mucho, no puedes imaginarlo. Siempre soñé con tener un hijo, pero no lo tuve, y tú llenaste de manera formidable ese vacío.
Cuando nos despedimos prometí llamarla cuando volviera, pues seguramente tendría que hacer un viaje similar algunas semanas después y podría ir a conocerla. Nos reímos y quedamos en que la próxima vez, hablaríamos en persona.

Pasó un tiempo y el nuevo viaje se produjo. Entre el cambio de aviones llamé a la central telefónica.
- Amanda, por favor - solicité.
- ¿Es usted un pariente de Amanda?- contestó otra telefonista.
- No, pero somos viejos amigos, dígale que es Francisco - respondí.
- Señor, -me contestó la telefonista- lamento mucho darle esta noticia, pero Amanda falleció hace 15 días. Últimamente estaba muy enferma y trabajaba sólo a media jornada. Todos la echamos mucho de menos- dijo entre sollozos. Tras una breve pausa, preguntó:
- ¿Usted me dijo que se llama Francisco?
- Si- respondí.
- Amanda me dejó antes de abandonar el trabajo una notita para usted. Ella me dijo que usted lo comprendería. La nota dice: "Francisco, hay otros mundos a donde ir a cantar". ¿Entiende algo? - me preguntó confusa la operadora.
- Claro que sí entiendo - apenas podía articular palabra- muchas, muchas gracias señorita y adiós.

Faltaban unos minutos para la partida del avión. De vuelta hacia la puerta de embarque me di cuenta de que tenía los ojos húmedos...

Comentarios

  1. Me ha encantado tu relato.
    Un saludo

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  2. Muchas gracias por leerme. Ese es exactamente mi objetivo, que os encante lo que escribo.
    ¡Un saludo y bienvenida a mi blog!

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  3. Te parecerá mentira Rebecca, pero leyendo esta historia llorar casi como una magdalena y no me importa reconocerlo, porque los hombres también lloramos. Te comento esto para que sepas que lo que escribes provoca sentimientos y sensaciones y muy intensas además.
    Un fuerte abrazo.

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  4. Me vas a hacer llorar a mi también... No es cuestión de ser hombre o mujer, es cuestión de ser sensible y valorar las cosas por lo que significan y no por lo que son. Gracias por emocionarte y hacerme partícipe de ello. Eres una gran persona, y lo demuestras siempre. No te avergüences de llorar, las lágrimas son los sentimientos del corazón que salen para fuera...
    Nunca me canso de darte las GRACIAS.
    Saludos a tus niñas ...

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